POSTED BY paspanno on sábado, marzo 14, 2009 under
Apalpacoños ahora es la calle de Don Gutierre. Es una calle del barrio humedo de Leon que en el siglo XV en los archivos del cabildo de Leon ya aparecia como ese nombre.

Hubo epocas en las que se conocio como Don Gutierre, epocas en las que se conocio oficialmente como Apalpacoños

En los 40 y 50 en alguos callejeros municipales borraron misteriosamente la calle, y en otros aparecia simplemente Apalpa C.

«¿Focu, focu?», preguntaban los soldados alemanes a finales de los años 30 cuando entraban por las angostas calles del Barrio Húmedo. Los marrós (proxenetas) más avispados no tardaban mucho tiempo en entender que buscaban Apalpacoños, expresivo nombre para una calle donde históricamente se han concentrado las «mocitas de munición», como las bautizó la Pícara Justina.

De todo eso se acuerda muy bien Dativo, vecino de Puerta Moneda desde hace 93 años, tantos como tiene. «Con todo el esperma que se ha dejado en esa calle se solucionaba el problema de la natalidad en España», comentan en el corrillo del bar donde el nonagenario se está tomando un chato de vino a media mañana.

Y no es que les falte razón. La calle que hoy agoniza ante el avance del nuevo urbanismo -las centanarias casas con balconadas han sido demolidas, y ya sólo queda una vivienda donde se practica el viejo oficio- se conoce desde hace siglos, aunque su origen sigue siendo tan confuso como empinada es la cuesta de los 22 escalones.

El documento más antiguo al que ha tenido acceso este periódico data de 1465, y es el libro de visitas de casas del Cabildo de León. Tanto en esta obra como en el Códice 51, que recoge las bodegas, corrales y huertos propiedad de la institución en 1490, ya aparece registrado el nombre de Apalpacoños. En esta calle, la Iglesia poseía siete casas y cinco bodegas, de las que dos estaban ocupadas por cléricos y el resto por seglares. No se trataba de grandes construcciones, sino que podría tratarse más bien de híbridos casa-bodega.

El contrapunto a la fuente eclesiástica lo pone la leyenda de Genaro Blanco, alias «Genarín». Asegura Maximino Barthe, miembro de la cofradía del santo pellejero, que su primer orujo mañanero siempre lo tomaba en la taberna de «El Perrito», ubicada en la plaza del Grano, esquina con la calle Don Gutierre, nombre que conserva en la actualidad. La tasca tenía «visillos de rojo-vino y aposentamientos de madera», describe el escritor y cronista oficial de la ciudad Victoriano Crémer en su obra «León insólito, ayer y hoy». Y de la calle en cuestión dice así: «...la del Barranco, porque barranca fuera y desagüe tumultuoso de la plaza de Don Gutierre, también escondite y apaño de raiditas mujercitas...».

No obstante, «Genarín» no solía frecuentar las casas de citas de esta zona, sino que se movía por el barrio de San Lorenzo, lugar también de pecaminosos encuentros.

Don Gutierre, Apalpacoños, también ha sido conocida en la memoria popular como Barranco del Lobo y Pinganiello, aunque pocas placas y documentos oficiales existen al respecto. En 1944 no existía oficialmente como vía. O quizá sí, puesto que la censura de la Administración en aquel momento pudo borrarla del mapa, como en 1958 lo hizo reduciendo su nombre en los callejeros a «Apalpa C...». Diez años después ya era calle, pero con el nombre del caballero leonés, tal y como recogen varios documentos, entre ellos el Nomenclator de las Vías Públicas de la muy Noble, muy Leal y muy Ilustrísima Ciudad de León, que viene a retomar el nombre dado en el plano de la ciudad de José Manuel Ruiz de Salazar (1889), donde se recoge como callejón de Don Gutierre.

Calle de siete familias

Los papeles que aguarda el Archivo Histórico Municipal, entre ellos los padrones de principios de siglo, dan una idea del perfil de lo que era Apalpacoños en los primeros años del siglo XX. Vivían siete familias. Eran emigrantes de los pueblos, la mayoría jornaleros, zapateros, camareros, algún dependiente, amas de casa y escolares, pero estos últimos muy pocos.

La ley sólo permite desvelar estas estadísticas después de cien años, por lo que no es posible averiguar la evolución de esta calle a mediados de siglo, aunque todavía queda mucha memoria popular que hace de su historia un poco más de leyenda.

«Las mujeres se han ido muriendo y los dueños de las casas las han tirado, sólo quedamos nosotras», dice quien todavía vive de las elegantes citas. Ellas y una abundante colonia de gatos que sobrevive gracias a sus favores.

«Son celestinas. La mitad de las mujeres que han vivido en esa calle eran de la vida», explica un hombre autotatutado. Conoce de sobra el barrio. Y también la historia de muchos «marrós» que ahora están acomodados con «industrias muy bien montadas», lejos de la vida que llevaron en Apalpacoños.

Fauna muy diversa

Charla con Dativo y otro vecino de la zona en un bar, junto a la iglesia del Mercado. Renuevan el recuerdo y les viene a la mente La Tanita, un querido vendedor de castañas que gritaba en su puesto «¡No hay castañas como la mía y la de mi tía María!». La Tanita, dicen las crónicas que murió empalado junto a la presa de San Lorenzo, forma parte de esa fauna del barrio, leyendas de tabernas y bodegas.

Sólo se tiene en pie el número 4 de una calle que hoy lleva nombre de nobles. Pero la memoria popular no olvida a esa colonia femenina que ha poblado históricamente la enconada cuesta.
0 comentarios so far:

Copyright El mundo según paspanno. | Using the GreenTech Theme | Bloggerized by Falcon Hive.com